Durante los últimos años, la palabra estética ha sido secuestrada por el algoritmo y reducida a un concepto flaco, domesticado y repetible. Como si alguien le hubiera quitado la espina dorsal y la hubiera dejado en loop eterno: vídeos con la misma música suave, los mismos encuadres, los mismos colores neutros.
Hemos convertido un término que nació en conversaciones entre filósofos intensos, artistas sin plata y pensadores sin sueño, en un simple adjetivo para decir que algo “se ve bonito”. Y no es que esté mal apreciar lo bonito, pero si eso es todo lo que entendemos por estética… estamos dejando por fuera mucho contenido valioso.
Porque no, la estética no es una vibra linda. Y definitivamente no es sinónimo de belleza.
Un poquito de historia
La palabra “estética” viene del griego aisthesis, que significa percepción. O sea, cómo experimentamos el mundo a través de los sentidos. No solo lo que miramos, sino lo que escuchamos, lo que sentimos, lo que nos eriza la piel o nos deja incómodos durante un rato.
No nació para decorar, sino para afectar. Para sacudir.
Para Kant, la estética tenía que ver con el juicio del gusto, con esa sensación casi mágica que ocurre cuando algo —una obra, una melodía, una escena— nos toca, aunque no sepamos explicarlo. Para otros pensadores, la estética era una herramienta para entender el mundo, una forma de leerlo con los ojos del cuerpo.
En otras palabras: la estética es experiencia, no apariencia.
Pero llegó internet…
…y convirtió aesthetic en una palabra clave para filtrar imágenes en Pinterest.
Hoy, si escribes “aesthetic” en cualquier red social, te vas a encontrar con un buffet de contenido encasillado en algún estilo demasiado específico, como: dark academia, minimalist, clean girl, starboy, grunge, y2k, old money, coquette, cottagecore, weirdcore, entre otras cientos de etiquetas de van desde lo más hegemónico hasta lo más rebuscado, como el soft colonial wanderlust. La característica común de todas es que están cuidadosamente armadas, son visualmente coherentes… y sí, muchas veces, bellas.
Y eso está bien. Todas esas son estéticas, claro que sí. Pero el problema arranca cuando empezamos a tratar el concepto como si fuera exclusivo de lo armonioso, lo fotogénico y lo presentable.
Como si lo que no se ve bien… no existiera.
Una estética también puede ser incómoda, molesta o “fea”
La estética no es un filtro. No es un preset. Es una forma de construir sentido. Un lenguaje visual, sonoro o narrativo que te dice desde dónde se creó algo y con qué intención.
El grunge es estética. El punk visual también. El video con mala compresión, la selfie temblorosa, el collage mal recortado, el mural hecho con aerosol corrido… todos esos códigos comunican una postura, una emoción, un punto de vista.
Una estética no necesita pedir permiso para existir. No tiene que gustarle a todos. A veces ni siquiera tiene que gustar.
Y eso la hace poderosísima.
¿Por qué deberías preocuparte por esto?
Porque si confundimos estética con belleza, le cerramos la puerta a un montón de expresiones auténticas, valientes, necesarias. Empezamos a creer que solo lo pulido, lo limpio, lo perfectamente editado, merece atención. Y en una cultura que respira por los ojos, eso es peligrosísimo.
Especialmente para artistas emergentes —como tú, como yo, como todos los que estamos creando desde la pasión—, entender que la estética no se compra, se construye, es una herramienta de liberación.
Tu estética puede ser casera, caótica, saturada, oscura, pixelada, hecha con apps gratuitas y grabada con micrófono de audífonos. Y aún así puede ser profunda, conmovedora y necesaria.
No hay que verse como artista para serlo.
No hay que tener una cámara de cine para contar una historia.
No hay que parecer de revista para tener voz propia.

La estética está en el error que decidiste no borrar
Está en el intento, en la mancha, en el fondo de cartón pintado, en la edición chueca, en la canción que no masterizaste, pero igual subiste. Porque algo dentro tuyo te dijo: “esto tiene algo”. Y sí, lo tiene.
Eso es estética.
No busques la perfección, mejor persigue la presencia.
Así que si estás creando desde el caos, desde la intuición, desde la rabia o desde el amor sin presupuesto: bienvenido. Este espacio es para ti. Tu arte también tiene estética, aunque no se parezca a lo que sale en Pinterest.
Y eso, créeme, es exactamente lo que lo hace valioso.
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